A menudo cuando sufrimos contratiempos, tenemos problemas o nos sentimos cansados, solemos decir que “estamos de bajón” o deprimidos, cuando en realidad nos sentimos tristes y abatidos.
Sin embargo, la tristeza es una emoción que forma parte de la vida y es natural. No pasa nada porque un día nos sintamos tristes.
En la depresión cambia la manera de percibir la realidad, de pensar, de sentir e incluso de comportarnos. Es como si tuviésemos dos interruptores, uno para lo positivo y otro para lo negativo y el primero permaneciese siempre apagado. En la depresión la vida se contempla a través de unas gafas negras y oscuras.
Antes se pensaba que el origen de la depresión se debía a un mal funcionamiento de los neurotransmisores del cerebro, incluso algunos todavía lo creen. Si esto fuera así, ¿por qué en nuestra sociedad es cada vez más frecuente?
Cabe hacer una reflexión. La OMS alerta sobre el aumento de la depresión, y en el año 2020 será la segunda causa de incapacidad en el mundo, por lo que la intervención de los factores sociales es obvia.
En nuestra cultura nos transmiten una serie de creencias erróneas que paradójicamente nos hacen infelices, como que la felicidad es el estado natural del ser humano, que los problemas, las enfermedades, las pérdidas, como la de la juventud, o la muerte, no deberían formar parte de la vida, que incluso sentirse triste es patológico y quizás deberíamos tomar una pastilla.
Y es que, aunque nos parezca mentira, la felicidad está dentro de nosotros mismos.