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El mito de Narciso, en la versión de La Metamorfosis de Ovidio, trata de un hermoso joven que enamorado de sí mismo es condenado a no poder amar. Narciso queda abstraído por la contemplación de su propia imagen, reflejada en un estanque, hasta que muere ahogado. Algunos defienden la versión de que murió de sed, al no ser capaz de alejarse de su imagen, y otros, la de que fue incapaz de profanarla en el agua por miedo a que se deformara. Lo cierto en el drama de Narciso, es que nunca alcanzará el objeto de su deseo.

Resulta curioso cómo se relacionan, la tradición clásica de la mitología griega y las investigaciones de la ciencia. Freud, en su introducción al Psicoanálisis, define el narcisismo como un desplazamiento de la libido hacia el propio cuerpo, hacia el “yo” del sujeto.

El narcisista, más que una confianza sólida en sí mismo, tiene una visión desmesurada de sí, preocupándose excesivamente de su supuesta excelencia, por lo que espera que el prójimo valore exageradamente sus actos, y le sorprende si no es alabado. En el fondo es inseguro, lo que le hace hipersensible a las críticas, poniéndose  a la defensiva y enfadándose, al activarse su creencia de inferioridad.

Este Dios, no tolera el malestar y no le gusta sacrificarse, y mucho menos por los demás, a los que no tiene por qué hacer concesiones. Es más, no tiene en cuenta sus necesidades ni sentimientos, y cuando los reconoce los menosprecia. Rechaza cualquier signo de tristeza o de ansiedad,  porque los considera signos de debilidad.

Tampoco le gustan los límites, pero es exigente y hasta explotador, le gusta dar órdenes, porque él está en posesión de la verdad, porque todos son mediocres comparados con él. Pero el secreto más oculto de su inconsciente, es que tras esa fachada, existe una sensación de incapacidad e incompetencia. Precisamente, la diferencia entre autoestima y narcisismo, está en que la alta autoestima significa pensar bien de sí mismo, mientras que ser narcisista implica querer pensar bien de sí mismo apasionadamente.

Su drama, es su sentimiento de vacío y de falta de sentido en su vida, a pesar de desear tener experiencias emocionales profundas. Da mucha importancia a los bienes materiales, al éxito,  al poder y a todo lo que suponga el reconocimiento de los demás. Y desde luego, su sentido de la ética y la moral son corruptibles.

Pero el arquetipo de Narciso, es protagonista también en la sociedad y la cultura con la propia individualidad en el caos social, y se refleja en el incremento de la pobreza, la desigualdad,  los desastres de las guerras mundiales, la destrucción del medio ambiente..

En el narcisismo posmoderno, uno mismo y el otro se contradicen; los medios audiovisuales de información masiva estimulan  el individualismo, las gratificaciones consumistas y hedonistas que promete el mercado, y que proporcionan el escenario insólito del exhibicionismo de las redes sociales y las pantallas del mundo virtual.

Igual que a Narciso, el embeleso de los individuos ante el espejismo de la aparente realidad, se impone con argumentos de racionalización narcisista.

Afortunadamente, a pesar de que hay quien defiende que no experimentamos nunca verdadera empatía o nobleza, el reconocimiento del otro y la empatía, no son un producto cultural sino evolutivo, y están profundamente arraigados a la especie humana.

Narciso muere sin conocerse más allá de las apariencias, ahogado en su espejismo.

Pobre Narciso.