Cuando hablamos del sexto sentido, nos referimos a la capacidad de intuir (intueri), cuyo significado es “mirar hacia dentro”. Intuir, en el lenguaje popular, es un presentimiento, podríamos decir que sin intervención del razonamiento o la deducción. Se trataría de percepciones más sutiles que las que perciben nuestros cinco sentidos.
Se sabe que cuando intuimos se produce una sensación, en la que no interviene el proceso de información intelectual, el cual, al ser tangible, lo damos por cierto. Sin embargo, nuestro cerebro es capaz de captar signos sutiles, una tarea que escaparía a la lógica.
De nuestro cerebro emergen ideas que son fruto de un procesamiento inconsciente y que viene determinado por un cúmulo de experiencias y aprendizajes inconscientes, que en la mayoría de los casos nuestra memoria ya ha olvidado. Digamos que nuestras neuronas bailan de forma espontánea a un ritmo que nosotros no marcamos.
El pensamiento intuitivo se relaciona con la parte del cerebro donde se procesan las emociones, mientras que el pensamiento racional se localiza en el cerebro pensante, donde se procesa la información de forma analítico lógica. Por lo tanto, cuando intuimos sentimos más que pensamos.
Es cierto que hay personas en cuyo pensamiento prevalece más la lógica que la intuición y viceversa, y que incluso esto representa un rasgo de su personalidad. Otro dato curioso es que en contra del mito de que las mujeres son más intuitivas, no existen diferencias entre ambos géneros.
Ante todo esto, la incógnita que nos viene a la mente es sobre si las decisiones intuitivas son más, o menos acertadas que las muy razonadas. De hecho, hasta hace pocos años se pensaba que las que no eran analizadas y sopesadas no eran sabias decisiones, sin embargo, en las últimas décadas se ha desmontado este mito.
El psicólogo del instituto Max Planck de Berlín, para el Desarrollo Humano, experto en la toma de decisiones, asegura que los atajos de nuestro cerebro demuestran ser más eficaces a la hora de tomar decisiones sencillas o trascendentes, de manera que paradójicamente, podemos decir que la intuición no es irracional.
El hombre es capaz de tomar decisiones instintivas de forma más rápida y eficaz que las más racionales. En recientes experimentos se comprobó que si tenemos una buena razón, es más probable que acertemos en una elección que si tenemos diez, es más, si ignoramos parte de la información haremos mejores inferencias.
Nuestro enigmático cerebro, actúa de forma inconsciente, rápida y automática, produciendo respuestas inmediatas que se deben a un aprendizaje inconsciente que se va acumulando de forma lenta a lo largo de nuestra vida. Si esto no fuera así, analizaríamos cualquier pequeña decisión de nuestro día a día y perderíamos demasiado tiempo.
Solemos fiarnos poco de la intuición y creemos que la voz racional es la única que debemos escuchar. Ahora la ciencia nos dice que podemos escuchar nuestra voz interior, nuestro sexto sentido.
“Aceptar la incertidumbre que nos rodea puede ayudar a escoger el mejor camino”