Los seres humanos por naturaleza buscamos la compañía de otros, navegamos en un mundo de relaciones: familia, vecinos, colegas de trabajo, amigos.. Sin embargo, a pesar de las alternativas del mundo social, hay personas que se sienten solas, con un sentimiento de vacío y amargura porque no se sienten queridas o necesarias.
Y es que la soledad es una experiencia subjetiva, porque uno se puede sentir solo incluso aún cuando no lo está. Es la soledad acompañada, en la pareja o en un grupo, en donde la persona no se siente parte, se reserva sus ideas y sentimientos, no puede compartir sus valores y lo vive con mucha frustración.
Quien se siente solo experimenta un miedo profundo bajo el que subyace el temor a la muerte, sin saber si hay algo después, que el ser humano ha de enfrentar completamente solo. A solas, dialoga en su interior y busca explicaciones negativas a su soledad, como que no es importante para nadie, entonces la depresión puede aparecer. En casos así, es más fácil aferrarse a alguien por necesidad y a veces a cualquier precio, con la falsa ilusión de estar acompañado tolerando y consintiendo lo inaceptable, lo que no solo lleva al empobrecimiento de la propia esencia sino que además refuerza el círculo vicioso de la soledad.
La búsqueda de pertenecer y ser aceptado por un grupo del que sentirse parte es una necesidad básica del ser humano porque permite dar y recibir afecto y formar vínculos. En un pasado remoto, las personas vivían en tribus y se necesitaban para sobrevivir, se repartían los papeles y se protegían y aunque ya no vivimos en tribus, persiste esa necesidad en nuestra naturaleza de pertenecer, de dar afecto y de sentirnos cuidados y protegidos.
Esta necesidad básica en el ser humano de aceptación hace que reaccionemos mal cuando las personas del grupo al que sentimos pertenecer nos evitan, nos minusvaloran, nos ignoran o nos rechazan, en la escuela, la pandilla, el grupo de trabajo.. , causando frustración, ansiedad y baja autoestima que pueden dar lugar a problemas emocionales.
La autoestima, también necesidad básica del ser humano, no depende solo de uno mismo, sino de su identidad social y lo curioso, es que las personas que se sienten bien en un grupo, aunque sea un grupo socialmente poco valorado, tienen una mayor autoestima que los que pertenecen a grupos que no valoran o de los que se sienten excluidos.
Cuando el miedo a quedarse solo aparece, hemos de intentar afrontar la búsqueda de nuevas relaciones con iniciativa, sin dejarnos llevar por el miedo al rechazo y por otras creencias limitadoras. Siempre hay posibles amigos ahí fuera, gente nueva por conocer o grupos dispuestos a recibir.
Por otro lado, que una persona viva sola o que temporalmente decida aislarse, no significa que se sienta sola, puede ser una decisión buscada, para alejarse de algo, para meditar o para aclararse ante una decisión. . Aprender a estar en soledad refuerza el amor propio, libera de los peligros de caer en la necesidad de estar acompañado a cualquier coste, en el cautiverio de una dependencia emocional.
No estamos acostumbrados a escucharnos lo suficiente, necesitamos tiempo para buscar y aprender de nosotros mismos, para conocernos, solo así sabremos quienes somos, nos querremos más y nos sentiremos bien acompañados con nuestra soledad.
“Cuántas veces la soledad nos acompaña. Cuantas veces la compañía nos abandona. Seamos justos al juzgarlas. Seamos inteligentes al tenerlas.” Luis Eduardo Aute
Imagen: Enrique Sánchez Sostre